Podría anquilosarme
como bola de aire
pero todo seguiría igual.
Daba saltos en el umbral
y de pronto el resorte cedió
mi mentón al suelo saludó.
Podría confundirte para siempre
con estos venenos silenciosos.
Sin siquiera tener la bravura
para culpar a los de las canas de oro
y a sus esposas de caucho.
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